viernes, 9 de noviembre de 2007

¡Bota la puerta!

Corre, di lo que quieras, aléjate, cállate, cierra tus oídos y tus manos, tu cabeza a mis caricias, tu boquita que alguna vez posé en la mía, en ese besito hermanable, ¡aléjala! ¡Mátame si quieres!, y sigue corriendo, continua este juego sin fin, de recados y demases sin titulo ni lector.

Pero cuando de tanto llorar te hayas cansado, y de tantas patadas la puerta se caiga, ahí estaré, del otro lado, haciendo lo mismo que tú, como un espejo, porque jamás podrás borrar todo lo vivido, y te esperaré con un abrazo y una sonrisa, como siempre era, y derribaremos esa puerta maldita de silencios intermitentes, de distancias y lejanías que fuimos construyendo y que de un momento a otro se cerró sin poder colocarle traba para que te fueras para siempre ni manilla para abrirla sin violencia.