lunes, 20 de agosto de 2007

Mi pequeño amante.

Ven a jugar a mis cabellos,

Cántame una canción al oído,

Un arrurú de mil cariños,

Niño hermoso de mis mañanas.


Ven y haz música conmigo,

Enséñame a ver la vida de otro modo.

Regálame la sonrisa más bella

Esa que solo tus ojos oscuros me entregan.


Me estas enloqueciendo, bebito risueño,

Tu blanco rostro se cala en mi pecho

Y tu voz pueril me desboca los oídos,

Te contemplo… te admiro,

Te oigo como oye el campo a un grillo,

Y al amanecer están tus manitas

Tomando mi cintura,

Estas vaciándote en mí, mi niño.


Cómo hago ternura mía,

Si mis pasos te llevan diferencia

Tantos años de pestilencia

Mi vida no tiene ese gozo

Que yo sólo en tus labios encuentro.


Tu boquita encantadora,

Me fascina, me enamora,

Cuando vas por el pasillo,

No se que es más blanco:

Si la pared o tu esplendor

De fiera agazapadora.


Déjame profanar tu cuna,

Ser estrella de tu cielo,

Profesora de tu curiosidad,

La mujer de tu amor primero.


Te busco, te busco,

¡no estas acá conmigo!

Y yo te sigo pensando

Con el más inocente cariño.

jueves, 9 de agosto de 2007

Quién fuera gato

¡Paren de gemir allá afuera estúpidos!
¿no se dan cuenta de que mi techo no es motel?
¿Que desde la distancia la voluntad se acaba
y vuelvo a pensar en el maullido típico
de una respiración semiartificial
que suponía gritar verdades al viento?

Dejen de tirar aquí, casi al lado mío,
encima de mí, ¡en la ventana!
¡dónde les quedó el pudor gatos condenados!
haciendo orgías para que el resto de los seres los vean y escuchen.

Si fuera gata, quizás no me dolería tanto Agosto.
Me quejaría de otra forma.
Pero por ahora, no hay más remedio.
Sólo puedo mirarlos, y disfrutar con ustedes

martes, 7 de agosto de 2007

Final


La campanilla dejó de sonar y toda la casa se inundó de él.

Me sentía casi muerta no se oía ni mi corazón palpitando

ni mi respiración, ni el viento.

El silencio estaba allí, pegándose a todas partes.

Y yo, sin poder despedirme, cuado se apoderaba de mí,

cuando me dejó muda en un segundo.

Ni siquiera alcance a musitar un adiós.

Perdida Esperanza

Entré al cuarto de los recuerdos y sembré su ropa, su perfume incluso sus uñas, esperando cosechar muchos iguales a él.

Espere la vida entera, y de la regadera de sus pertenencias, ahora comprendo que si pudieran haber miles como ese, no me hubiera fijado en su forma diferente, porque muchos de allí nacieron, pero ninguno con la esencia intacta de su persona cautivadora.

¡Odio a mis vecinos!

Cuatro y media de la madrugada de un miércoles de agosto y los gritos no me dejan dormir.

Son mis vecinos celebrando que el hijo menor de la familia de al lado salió de la cárcel.

Cinco y cuarto de la madrugada, mismo día. Otra vez los gritos y la primera quebrazón de botellas.

Un cuarto para las seis y despierto de nuevo. El griterío de una mujer ebria me hace mirar por la ventana.

Se trata de la vecina de la tercera casa, quejándose porque el marido le miro las piernas y le dio un agarrón a la de la quinta casucha de la vuelta. Comienza a pegarle bruscamente al marido, cuando se levanta el borrachito José y defiende a su sobrina.

Mientras tanto, el ex convicto, revienta una botella de vino en la ventana, como si esta fuera una señal para que todos tomaran lo que fuere y comenzaran a sacarse la cresta unos con otros.

Dos minutos mas tarde, el lloriqueo de los cabros chicos moquillentos.

Cinco para las seis, un sobresalto repentino, como el sonido de disparos, y el inmediato silencio, me lleva otra vez a la ventana:

Se ve un tipo todo ensangrentado, y el recién llegado con una pistola en la mano.

No pasan cinco segundos y marco el número de la ambulancia y de los pacos, cuando siento otro bochinche afuera. Esta vez era el amigo del finadito que vocifera incendiar la casa de los abuelitos del criminal y un par de portazos indica que debo marcar de nuevo el número que me faltaba: bomberos.

Seis y cuarto, dos heridos en la calle por el arma de un bravucón y el fósforo alcanzo la cortina de la ventana rota en la casa de los inocentes abuelos.

Un par de minutos mas tarde, se oyen las sirenas tantas noches escuchadas.

Seis treinta, muchos detenidos, varios heridos, un muerto y una fatalidad mayor evitada, me levanto para ir a trabajar, y en todas partes me preguntan por que odio a mis vecinos.