Hubiese sido tan fácil dejar todo botado y salir corriendo...Pero la carrera incesante de luchar ha surtido efecto. Han sido veinte años con altos y bajos, siescisiete años de llanto que al fin salió a la luz, decisiones difíciles, ganar versus perder todo el tiempo, incluso sumas y restas de personas. Hubiese sido tan fácil romper la barrera del envenenamiento o de los cortes ensangrentados de vicios y de impaciencia; tan fuerte era mi convicción de la imposibilidad de mi recuperación, todo estuvo perdido, todo estuvo perdido para cuando me decidí a luchar, porque ya no tenía qué perder, ya no habían más motivos para llorar, ni sufrir, ni para hacer que el mundo conociera esas cosas tormentosas. Y decidí encontrar la solución, porque me paré del lugar donde eternamente me había amarrado, y por primera vez opté por buscar de verdad, y caminé siglos enteros, sin hallar respuestas, sin emociones, sin letras, sin sensaciones...Para cuando el mundo se acabó, y no había solución, volví a tomar el mismo discurso, de la soledad, de la tristeza, de la agonía...Otra vez me aburrí de eso y descubrí que no estaba afuera la salvación, ni en una palabra, ni en un halo mágico que me llenara de verdad...estaba en mí, en mi capacidad de valorar, de preveer, de salir de ese agujero, de terminar con el ocaso y los personajes que sólo me ocultaban, veinte años, veinte planetas distintos, cada año un nuevo descubrimiento, cada año una nueva pérdida, unas más relevantes que otras, pero fueron cada una dejando huella, cada idea incinerada, y sólo la convicción de salir de eso, y sólo la desición de querer ese cambio, ese tan anhelado cambio, me ha hecho llegar hasta donde estoy.
Tuve avances y retrocesos, muchas veces me rendí, me costó años y quizás más que al resto, perdonar y olvidar, para poder seguir, para poder crecer sin estancarme y podrirme, y hubo ángeles (algunos dejé en el camino, otros continúan hasta hoy) y hubo gente que me enseñó con ejemplo cosas buenas y malas para poder discernir, y se me congelan hasta las lágrimas cuando escribo que hoy soy yo, mucho más formada, mucho más crecida, con una mirada de la vida que ni yo comprendo, pero tiene un norte, y se me vuelven ansiedad las palabras cuando puedo retomar mi ruta después de diescisiete años de no saber ni para donde iba, ni porqué.
En este último año que viví, crecí más que los últimos cinco que había pasado, y ya no hay retorno, me conformo con saber que cada persona que me marcó está en mi corazón, que cada error que cometí me sirvió para aprender, que cada vez que odié, envidié o hice mal, ya fue pagado y remediado con creces, y mi corazón ahora está limpio al fin, y mi sangre que quise drenar para no sentirme asquerosa, ahora está por fin limpia, y eso no dependió de alguien más porque muchos pudieron tenderme sus manos, pero finalmente, lo hice yo, porque nadie más lo podía hacer por mi.
"Todo está en decidirse a luchar y no rendirse antes de comenzar, nunca abandones tus sueños"