Remembrar

Y este hielo impredecible que me agota
se derrite tenuemente, piel a piel, y naufraga
en las orillas obsoletas, senescentes, ya caídas
y tan mudas; tan perdidas, tan abruptas: es tu boca.

La interrumpo; la maldices.

Nuevamente, más serena se vislumbra en horizontes,
de rodillas: apenada, entumecida. Pobre loca.

Son demasiadas las Danielas agolpándose dentro mío.
Ráfagas de Danielas con diversos nombres que se retuercen,
todas las melodías que no encuentran matices,
que desesperadas han perdido otra vez los rumbos esperando,
poder sola, encontrar paz.

No hay un nombre para definir la locura.

Tuvimos tantos años para amarnos más, que hoy, cuando extraño nuestros abandonados abrazos pienso sólo en el por qué no fue ayer.
Nos perdimos la maravillosa oportunidad diaria de luchar, porque ahora es demasiado tarde.