Remembrar
Y este hielo impredecible que me agota
se derrite tenuemente, piel a piel, y naufraga
en las orillas obsoletas, senescentes, ya caídas
y tan mudas; tan perdidas, tan abruptas: es tu boca.
La interrumpo; la maldices.
Nuevamente, más serena se vislumbra en horizontes,
de rodillas: apenada, entumecida. Pobre loca.
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