Tiembla.
En el
espacio vacío tiembla.
Eriza.
Sacia.
Mueve la
piel, la miel,
el
carboncillo…
Se mece al
compás de tu mano.
El dibujo
beneplácito de la soberbia
que llevas
en la piel
se hace
carne y encanto
en cada
trazo.
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